viernes, 16 de octubre de 2009

rural


Aquella vez que fuí donde la tranquilidad gobierna totalitariamente, florecieron sensaciones inexplicables, de la noche a la mañana me quería convertir en una ermitaña, en una fantasma ambulante de la ciudad, en una desaparecida. Mis ambiciones se desintegraron, quería disfrutar de la gran exposición artística que me otorgaba la naturaleza, me olvidé de la televisión, de los vehículos que transitan ruidosamente, de los gritos de histeria de un pueblo sobre explotado por la ira, de la irritable rutina que te devora día a día. La única meta que me propuse fué recorrer todo en bicicleta, mientras pedaleaba, mis cabellos bailaban al ritmo del viento, observaba lo pintoresco que se veía el paisaje que me rodeaba. Contemplaba el desfile de árboles que marchaban al costado de mi cuerpo brindándome sombra en el camino, las piedrecillas en el suelo me servían de alfombra, indicándome el sendero para llegar a mi destino, mi destino: un río que atravesaba el paisaje como una simple pincelada de color turquesa, dónde las majestuosas montañas gobernaban sus costas y el sol reinaba el océano de nubes en el cielo. Como anhelo volver a ese lugar, como anhelo volver a lo rural.

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